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// PRÓLOGO

Julio Rodríguez, escritor.


Desde luego, no hace falta ser un lince para darse cuenta de que las cosas no
van bien, de que, en estos tiempos de crisis, andamos perdiendo el humor como
quien pierde el pelo (resignados a la calvicie, al gesto serio), de que nos hace falta
un cambio: volvernos menos tristes, por ejemplo, dejar de ser tan graves.
Los niños lo saben bien, vaya si lo saben. Y es por eso que, a la menor ocasión,
te miran con los ojos muy abiertos, ponen el gesto serio (lo más serio que pue-
den) y, sin darte tiempo a reaccionar ni a entender qué es lo que está pasando,
te sacan la lengua con picardía. Entonces, dando fin al proceso del que tanto
disfrutan, se ríen a mandíbula batiente porque has caído en la trampa: se han
burlado de ti.
A diferencia de lo que sucede con tantas otras cosas que la edad echa a perder
irremediablemente, con los años no extraviamos este instinto primario de la
burla, no necesariamente. Y, si no hemos vivido en balde, aprendemos la lec-
ción más importante: para burlarse de los demás es necesario antes aprender
a burlarse de uno mismo.
Porque en la burla, en la verdadera burla, esa que nos diferencia de los anima-
les y nos hace especiales, no hay ánimo de ofender ni de faltar al respeto sin
sentido. Se trata de otra cosa: de reírse de todo porque, en el fondo, nada es
tan importante; de remover los cimientos con la única intención de que la casa
siga en pie; de quitarle hierro a los asuntos para que la carga de los días, de los
meses, de los años se haga menos pesada; de saltarse, en fin, las reglas de
cuando en cuando para no olvidar nunca que la vida, la vida, la vida no es más
que un juego (o debería serlo).
Caigamos, pues, en la trampa, amigos, volvamos a ser niños, limpios de corazón,
ingenuos, creativos: saquémonos la lengua delante del espejo, extrañémonos,
riámonos y, después, burlémonos de todo, y de todos, durante todo el tiempo.
Desde luego, nada será distinto.
Pero creedme si os digo algo habrá cambiado para siempre.
Por eso, no lo penséis ni un segundo: dejad que Toño Velasco os saque la len-
gua, sacadle la lengua a él, y no dudéis en uniros a este maravilloso proyecto
artístico.